Hace unos días me invitaron a hablar para un auditorio de líderes estudiantes en un foro por el Día Internacional de la Mujer. ¿De qué puedo hablar? Datos de movilidad de las mujeres, patrones de viaje diferentes, politicas públicas contra la violencia… Una de las panelistas me dijo: habla de algo personal. ¿Qué puedo decir de mi historia personal que inspire a otras mujeres a empoderarse de su propia voz?
Me siento una mujer privilegiada. Tengo educación, salud, independencia económica, he tomado las decisiones que llenan mi proyecto de vida, tengo un trabajo que me gusta y que me permite tomar decisiones que pueden mejorar la vida de las personas, hoy tengo el privilegio de tener un escenario donde mi voz se amplifica, y por lo tanto una responsabilidad.
Pero no nacemos así, somos el resultado de nuestra propia historia y la historia de las mujeres que nos antecedieron, y hoy nos acompañan, con la responsabilidad de continuar avanzando para lograr igualdad.
Yo vengo de un matriarcado. Las últimas 3 generaciones de mi pequeña familia han sido dirigidas por mujeres, que en cada generación hemos aprendido a vencer barreras y estereotipos del patriarcado que aprendimos de la generación anterior.
Mi abuela es el inicio de mi historia consciente. Nació en 1900, en Zacatecas. Pudo estudiar hasta cuarto de primaria. Tuvo que renunciar a su educación para asumir un rol de apoyo al crecimiento de una familia con 11 hermanos. En su adolecencia estalló la Revolución Mexicana y su familia decidió huir del país. Ayudados por una familia burguesa de Zacatecas, ella fue el regalo o pago como compensación por esa ayuda. Abandonada por su familia en México, vivió la violencia y la represión de la Revolución, oprimida sin pertenencia familiar.
Tenía un lunar a un lado de sus labios, que la atormentaba por las constantes molestias y acoso que sufría de parte de los hombres. A los 41 años, tuvo un acosador borrachito con el cual tuvo que casarse, debido a un sacerdote la convenció que era la voluntad de Dios y su deber el cambiar a este hombre, regresarlo al camino del bien.
Tuvo a mi mamá a los 43 años, nacida como hija única después de un parto que duró más horas y más dolor que lo normal. A mi mamá le costó nacer, porque a la mujer que recibió a mi abuela como regalo de compensación manifestó en el hospital que todas las mujeres de la familia parirían sin ayuda. Mi madre con los años y el trabajo en hospitales dedujo un día que los tics nerviosos y muchas molestias que tuvo en su vida, se debieron al estrés al nacer.
Mi abuelo no dejó la bebida pronto, y durante los primeros años mi abuela debió proteger a mi mamá de la violencia que eso representaba. Debía hacer maravillas con el poco dinero que tenía para vivir. Nunca tuvo nada de ella, invertía lo que ahorraba para pagarle a mi mamá la mejor escuela porque insistía que debía tener la mejor educación para evitar repetir su propia historia.
Era demasiado honrada. Una vez camino más de 10 kilómetros para regresar un cambio erróneo que le habían dado en una tienda. Compiló con paciencia cada hoja gratis que un periodico publicó para la formación de una enciclopedia que ella no hubiera podido comprar.
Sin una formación profesional su mayor enseñanza fue la de los valores detrás de la honestidad, el trabajo por la familia, la necesidad de lograr independencia, buscar siempre todos los grados de educación disponibles, elegir tu destino con libertad y aferrarte a conseguir la excelencia. Su falta de libertad fue nuestra enseñanza hacia la libertad.
Mi mamá fue la segunda generación. Compartía clases con los estudiantes del movimiento del ’68 pero no fue una revolucionaria. A diferencia de mi abuela, ella elegiría con quien casarse, soñaba con la familia grande que no tuvo, y estudió por obligación. Terminó la carrera en 10 años porque debió integrarse a la vida laboral desde los 18, sus padres eran más grandes del promedio y ella debió aportar para mejorar las condiciones de la familia. Cargó desde muy adolecente el peso del soporte familiar, pero fue la primera en tener un patrimonio propio a muy corta edad.
Se enamoró y tuvo a los hijos que siempre planeó, pero la familia más tradicional saltó esta generación. Tuvo que sacar adelante a la familia sola, la independencia económica permitió mantener la evolución generacional de la familia. No había sido su sueño, pero al menos no retrocedríamos en la historía hacia una mejor emancipación.
Con su una formación profesional su mayor enseñanza fue la del valor del trabajo, la necesidad de mantener la independencia a toda costa, ser autosuficiente, tener mayor libertad en la toma de decisiones de tu vida. «Yo no los voy a obligar a estudiar algo específico, decidan libremente que estudiar, pero no estudiar no es una opción, porque es lo único que te dará libertad».
En la tercera generación de 4 hermanos, 3 somos mujeres completamente distintas. Sin ser necesariamente las mismas, sólo 2 llegamos hasta la maestría, 2 trabajamos en gobierno, 2 no tenemos un trabajo fijo, 2 no nos jubilaremos por trabajo o edad, 2 tenemos opiniones lo suficientemente fuertes como para incomodar al hombre promedio, 2 hemos vivido fuera del país, 2 somos madres, 2 somos figuras públicas, 2 somos más sociables y extrovertidas, 2 mantenemos amores platónicos, 2 tenemos gatos, 2 comemos más picante de lo normal, 2 odiamos que nos paguen las cuentas, 2 mantenemos contacto con nuestro progenitor, 2 tenemos nuestra propia vivienda, 1 de nosotras ha vivido violencia familiar, 1 ha vivido la muerte de un ser amado, 3 dificilmente formaremos una familia tradicional, las 3 hemos mantenido e incrementado nuestra independencia, la 3 coincidimos que aún no es el mundo que la nueva integrante de la cuarta generación debe tener.
Aún hay roles predefinidos que debemos romper, aún hay violencias naturalizadas que debemos desterrar, aún hay desigualdades que tendremos que vivir, aún nos queda mucho por aprender y cambiar para trascender. El empoderamiento de la mujer en la familia es algo que no deberá retroceder.
Y tú, ¿cuál es tu historia familiar?
En un siguiente blog, les cuento las historias de algunas mujeres que me han inspirado en el presente.
Como siempre, perfecto. Me conmueve mucho la forma de describir la historia de tu familia. Felicidades
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