Más de la mitad de la población en México somos mujeres. Sin embargo, las estadísticas de movilidad y de nuestra experiencia de viaje se subestiman mucho. Las necesidades y la experiencia de viaje de los hombres se consideran universales, predominantes, el común denominador.
Y cuando hablamos de tomar en cuenta la diversidad de movimientos que las mujeres debemos hacer para trasladarnos en las ciudades, los ingenieros en transporte y los estadistas suelen decir: “Son viajes complicados, difíciles de medir”, “¡Quieren que midamos todo, no se puede!”, “Es muy costoso aumentar más preguntas a la encuesta”. Estas reflexiones las hace también de una forma muy atinada Caroline Criado Pérez en su libro “Mujeres Invisibles”.
No obstante la dificultad de obtener datos, las encuestas hoy en día comienzan a segregar sus preguntas por sexo (en el caso del INEGI mexicano, Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática).
El trabajo que presentaré poco a poco a través de la serie de infografías de “#AnatomíaDeLaMovilidad de las Mujeres en México” tiene como objetivo contar la historia que podemos formar desde las estadísticas disponibles, para dar luz a la falta de políticas públicas que tutelan la integridad, la seguridad y las necesidades de viaje de las niñas y mujeres que vivimos en México.
En primer lugar, analizamos la movilidad cotidiana que, a partir de la Encuesta Intercensal del INEGI en 2015 nos permitió conocer la diferencia de viajes entre hombres y mujeres, aunque solamente en los viajes ocupacionales, es decir, a la escuela y al trabajo.
México no cuenta con estadísticas para los viajes de cuidado que incluyen viajes de compras, ocio, acompañamiento de personas a la escuela, paseos, visitas a familiares, gestiones personales, trámites, visitas al médico o a servicios de salud y asistencia, formación secundaria, etc.
Algunas ciudades que han comenzado a hacer algunos cálculos estiman que los viajes de cuidado representan el 30% de los viajes (Análisis de la Encuesta Origen-Destino de la CDMX). En Madrid representan el 55% de los viajes totales y en Barcelona representan el 40%.
En los datos existentes para México y por Estado, podremos ver que los modos de viaje para asistir a la escuela cambian drásticamente dependiendo de la edad. Y para los viajes al trabajo, las mujeres caminan y usan el transporte público más, mientras que los hombres acceden más a los viajes en automóvil particular, casi independientemente de la condición laboral que tengan.
Las personas conductoras que hacen viajes en automóvil tienen una diferencia que ronda entre el 10 y 15% más para los hombres. Sin embargo, ellos son los responsables de la mayoría de los accidentes de tránsito: 9 de cada 10 en algunos estados, en los menos 6 de cada 10.
Las consecuencias de los accidentes van desde la muerte, que predominantemente son hombres, y lesionados o personas con alguna discapacidad ya sea temporal o permanente. Los trabajos de cuidado de estas personas serán realizados predominantemente por mujeres, incrementando así sus labores de cuidado y dificultando su movilidad.
Esto particularmente porque las ciudades han invertido para facilitar los viajes en automóvil, con una mínima inversión en banquetas, rampas, alumbrado público o mantenimiento constante de los espacios públicos urbanos que se requieren para caminar, andar en bici o llegar a la parada del transporte público, condiciones necesarias para los viajes que realizan las mujeres, tanto los ocupacionales como los de cuidado.
Aunado a esto, 8 de cada 10 mujeres en México se sienten inseguras en el espacio público, este que necesita para poder transitar. La inseguridad hacer que las mujeres no puedan acceder a sus derechos plenos, de estudio, de trabajo, de salud, pero sobretodo de libertad y una vida libre de violencia
“#AnatomíaDeLaMovilidad de las Mujeres en México” tiene como objetivo hacer visible esta narrativa a través de los datos. Los datos disponibles, aún con los sesgos de género en el diseño de las encuestas, son las fuentes oficiales del INEGI y muestran cómo en México aún nos hace falta mucho camino para pasar de los datos a las políticas públicas bajo un enfoque feminista, que valorice el papel que tenemos las mujeres en nuestra sociedad.